lunes, 12 de septiembre de 2016

VELADA FLAMENCA EN COÍN

  El trayecto a Coín, en su tramo de la sierra, trasmitía al espíritu un encanto poético.  En el crepúsculo las sombras  salpicaban con gamas de obscuridad el verdor de las paredes montañosas, al tiempo, en el horizonte  las postreras luces del día pintaban el cielo con  suaves  trazos de color,  dando paso a  la noche.

  El  paisaje había dejado atrás  la normal dispersión   de la jornada y, como en un barrido de ruidos sedimentados, mi percepción se preparaba para apreciar la cálida acogida, buen hacer y arte que se dispensa en la peña flamenca Pepe de la Isla.

  La sala estaba a rebosar, se palpaba un agradable ambiente de convivencia. Era el preámbulo,  el momento de compartir, de encuentros de socios y presentaciones de amigos llegados de fuera; pescaito, tapas y bebidas acompañaban las conversaciones.

 El tablao bajito con decoración y pinturas flamencas, presumía favorecer la cercanía entre cantaores y aficionaos, la entrega natural  y el florecido acompañamiento con ¡oles! piropos y palmas,  cuando cantes o falsetas abren la puerta grande al duende.

Eso fue precisamente lo que se vivió, con intensidad, en la velada flamenca de Coín, víspera del aniversario de su fundador.

Cuando llegó el momento,  colmando cualquier expectativa natural del anuncio en cartel, que rezaba la presentación estelar de la cantaora Beatriz Romero acompañada por la guitarra de Antonio Carrión, el arte se derrochaba en la voz privilegiada de una joven de dieciocho años, que deleitó con natural dominio en la interpretación de los diferentes palos que desgranaba,  con  señorío de expresión en la templanza de la voz,  de los  gestos, en la elegancia del vestido, en su saber estar al punto de arrancar lágrimas de emoción. Y qué decir del  magistral acompañamiento de Carrión y sus oportunas falsetas, que arrancan con sentida sabiduría de interpretación y del momento e inundan el recinto del sonido más flamenco que se pueda desear.

Y se fueron sucediendo letras  por granaína, caracoles, soleá, seguiriya, bulería, fandango… cada cante por igual embargaba los ánimos. Como es sabido, algunos cantaores, como en este caso, por homenaje  a los flamencos del lugar que visitan, no suelen interpretar en esas peñas los palos propios de la tierra.

 Sólo cabe añadir que la guinda a tan singular noche flamenca, fue el mecenazgo de los socios Sres Guy et Odile Bretéché que posibilitó la misma, para compartir con la Peña su personal admiración y disfrute de la cantaora y del   guitarrista.

Se adivina que esas cosas son posibles cuando el trabajo  de un presidente, caracterizado por sabiduría, ilusión y constancia, es merecedor de ello.

Hay en el blog de José Antonio Mancheño  un vídeo titulado Cielos de Coín, en el que  recoge   una sucesión de  instantáneas del firmamento con diversas formas de nubes y, como en un improvisado tablao, las acompaña  con las cuerdas flamencas de una guitarra, dando un añadido sonoro a la luz de la ciudad.  Permítanme que como expresión del buen recuerdo de Coín  y su Peña, vuelva a escribir aquí el comentario que me inspiró en su día el vídeo:

El cielo baila en Coín
No se puede adivinar
quién empezó el concierto
si la guitarra fue antes

o el cielo fue  primero.

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