domingo, 8 de marzo de 2015

8 D E M A R Z O



Permítanme que hoy, que el calendario señala como Día de la Mujer y en los medios abunda el recuerdo histórico de mujeres que iniciaron la lucha activa contra la desigualdad laboral,  manifieste mi opinión sobre la leve y lenta incidencia de la celebración de este día, que en general no se detiene, por otra parte,  en señalar concretas y extendidas prácticas de explotación actual, por ejemplo, en algunas empresas de servicios.

Pero siendo ésa una grave situación  fácil de solucionar, si quienes debieran penalizarla no miraran hacia otra parte, la auténtica raíz del problema y de la solución a la utilización funcional de la mujer, está en no ser o en ser consecuentes con frases y eslóganes que hablan de igualdad y de “tolerancia cero”.

Los discursos sobre la histórica desigualdad laboral casi levantan ampollas cuando, por ejemplo en estos momentos, hay agencias que contratan oficialmente a señoras de limpieza reconociendo oficialmente sólo la mitad, o menos, de las horas que trabajan y les pagan a escandalosos bajos precios.

Por otro lado, la desigualdad  laboral tiene su caldo de cultivo en el papel políticamente correcto de sumisión y de florero al que, aún hoy, se relega a la mujer en  círculos sociales donde no sólo no cuenta su opinión sino que también está mal visto que la exprese. 
  
Por ejemplo, en algunos ambientes de flamenco, desde luego no en todos,  sin venir a cuento, pueden decir frases como que “las mujeres deben estar en las discotecas” y que “si alguien no quiere integrarse en la “cultura tradicional”  toda una agrupación le dará la espalda”; donde se pide el debido respeto de silencio en las actuaciones, pero nadie hace alusión a la gravedad de que todavía se pueda oír, en algunas veladas, cantes que hablan de la mujer como puro objeto de posesión.

En ese contexto, es lícito preguntarse si no es normal que las mujeres estén menos valoradas que los hombres en  empresas que sólo buscan rentabilidad, aunque sea a falta de ética, cuando en círculos sociales el trato es discriminatorio y vejatorio.

Tal vez el 8 de Marzo tendría coherencia y mayor eficacia si, los recuerdos históricos, las comidas y manifestaciones que habitualmente se celebran en este día se completaran, progresivamente, con denuncias en los medios  de fehacientes ejemplos actuales.

A veces hay que hablar en voz alta porque, ya no estamos en grutas prehistóricas de remotas montañas.

Inmaculada Pantoja