miércoles, 19 de noviembre de 2014

CONCEPTO Y AUTENTICIDAD



El principal instrumento que se utiliza para cohesionar  una sociedad es la palabra, el concepto. A través de palabras se expresan conceptos que van sedimentando las costumbres.

Las costumbres sedimentadas arraigan de tal manera que sustentan una forma espontánea “natural” de pensar, de vivir, de comunicarse entre sí, es decir, definen la cultura de un país, de una sociedad.

Quienes en la historia de los pueblos ambicionan el poder de los mismos, utilizan la palabra, es decir, “los nombres” de los conceptos, para conectar con el inconsciente cultural de las gentes, utilizando con engaño esos conceptos, hasta sacralizar la palabra y convertirla en estandarte sólo con pronunciarla. Se puede observar, por ejemplo,  la obstinación que induce a votar siempre al mismo partido en función del concepto de sus siglas, aunque éstas en realidad no tengan que ver con la praxis de quienes las ostentan.

Pensemos en la palabra DEMOCRACIA, cuyo concepto sería el poder reside en el pueblo. Esta palabra figura en la  mayoría de las opciones políticas y sin embargo, en el mejor de los casos, las elecciones institucionales van precedidas de agobiantes campañas propagandísticas con promesas que no cumplirán y,   en el recuento de las votaciones, no tienen en cuenta la voluntad de los ciudadanos cuando expresan no someterse al engaño con su intencionada ausencia de voto y el voto en blanco. En estos casos, se considera como voluntad democrática el resultado de votos de minorías segmentadas que han acudido a las urnas con engaño preelectoral.

Lo mismo ocurre con la declaración de “prensa LIBRE” en las cabeceras de los periódicos, cuando es palmaria, en algunas de esas publicaciones, la dependencia de siglas de poderes políticos y económicos.

O el tendencioso uso de GRATUITO , que significa que no se paga y se aplica a ciertos servicios públicos como la sanidad o la enseñanza, cuando es evidente que el ciudadano los paga solidariamente con sus impuestos. En este caso, los poderes han conseguido despojar  conceptualmente al pueblo de su absoluto derecho a recibir esos servicios con la conciencia  de que ya los han pagado y que nadie les regala nada.

Por otro lado, a medida que una sociedad va evolucionando en las formas de vivir, los conceptos ya no se acomodan a las palabras que los definían, porque éstas son utilizadas negativamente por quienes ambicionan el poder, haciendo que parezca que los conceptos que nombran no han evolucionado.

Como  consecuencia, el instrumento de cohesión de la cultura, la palabra, manipulada por los intereses de poder, produce en el ciudadano una “ruptura” psicológica, por la que la palabra que definía un concepto, juega en contra de la imagen del mismo en su  evolución, haciendo que parezca que haya quedado anclado en el tiempo, desvirtuando el concepto e incluso neutralizándolo. Básicamente por ese motivo, el inconsciente cultural devalúa el concepto.

Eso mismo ha ocurrido con la palabra RELIGIÓN, cuyo concepto cultural en otro tiempo definía espiritualidad y prácticas relativas a la misma. Actualmente la relajación en el cultivo del espíritu en un contexto de acentuado materialismo, la palabra religión se ha cosificado y ha generado un subconcepto de ”practicante”  o  “no practicante”.

En este contexto, algunos partidos políticos utilizan esa relajación para construir un  descrédito recurrente, que intenta ningunear  pensamientos o principios que no sean los que esgrimen políticamente con la palabra PROGRESISMO, cuyo significado se interpreta como lucha por las libertades, cuando la primera libertad que cercenan es el respeto al pensamiento libre y  la expresión del mismo en el respeto, intentando ningunear bajo ese estandarte opciones y principios  científicos.

El abuso demagógico invasivo con palabras vacías de sus primitivos conceptos, produce un letargo social que genera, en las fuerzas políticas que lo han provocado, un estado de euforia embriagadora en la que la demagogia ya no aparece sólo como medio desleal para anular otras orientaciones políticas, además deviene como necesidad para el sustento del autobombo.

Cuando esa dinámica destructora de conceptos evidencia el peligro de extinción de la cultura que sustentaban los mismos, se produce en el pueblo una reacción crítica de incomodidad que genera rebeldía y el propio ciudadano, despertando del letargo, empieza a recuperar la consciencia del contenido de los conceptos,  del “producto inconsciente” de su cultura.

Ese es el momento en el que se puede recuperar  el contenido de ÉTICA  SOCIAL, basado en un pacto de mutuo  respeto al principio de DIGNIDAD,  que emana de la consideración filosófica y científica del propio SER..


Inmaculada Pantoja

7 comentarios:

  1. Enhorabuena, Inma. Es un artículo extraordinario, lleno de sustancia, cargado de razón, bien fundamentado y explicado, y válido como denuncia de lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en la actualidad dentro del discurso público, no solo político, sino también mediático. Realizas una nítida y atrevida acusación de algo que es tan evidente, como nocivo.

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    1. Gracias, tu crítica positiva anima mi objetivo para compartir reflexiones libres sobre nuestra maltrecha sociedad.

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  2. Enhorabuena, Inma. Un artículo muy claro y muy acertado en el análisis de la perversión lingüística y la manipulación interesada, que desde el poder ya político ya mediático, viene sufriendo el lenguaje. Un abrazo

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    1. ¡Ojalá los ciudadanos descubramos nuestra responsabilidad si continuamos asimilando palabras vacías!
      Gracias, un abrazo.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Enhorabuena.Su artículo está perfectamente estructurado y su contenido es demoledor para el uso fraudulento que hoy se hace de la palabra pòr parte del poder mediático y pòlitico,y del concepto que la pala<bra encierra en su significado.

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  5. Quizás ha llegado el momento de reconstruir la brújula del camino, recuperando el respeto por las palabras.
    Gracias por compartir su reflexión.

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