de mi manuscrito CARTA ABIERTA A OLAYA
¿Se está perdiendo el sentido común catalán?
Durante más de seis décadas he vivido en primera
persona la evolución de la sociedad catalana, donde nací, desde una posguerra
con pobreza y un régimen político que decidía cuáles eran las libertades
morales de los ciudadanos, a la proclamación de una constitución parlamentaria
con situaciones comunes a todas las regiones, se decía entonces, de España.
Siguieron años de construcción y progreso en los que se establecían derechos y
bienestar social ciudadanos con entente de los diversos partidos políticos.
Con la consolidación de las diferentes
posiciones políticas, empezaron a surgir zancadillas entre partidos y
reivindicaciones de parcelas de poder territoriales, lideradas por algunas
regiones que reclamaban una diferenciación económica en la distribución de los
recursos del Estado que debería concederles privilegios, haciendo famosa la
frase “café para todos, no”.
Es decir, según esas reivindicaciones, debería
obviarse las necesidades de desarrollo y progreso de unas regiones, en favor de
aumentar la riqueza de las más favorecidas.
Con ese objetivo Cataluña, enarbolando derechos
históricos de identidad y de economía, reivindicó un estatuto propio, no sólo
en sus negociaciones con el Estado sino como lema aglutinador de la propia
sociedad catalana. Esa reivindicación con el declarado trasfondo de “café para
todos, no” fue germen de división que cultivaba un sentimiento de
superioridad. Subliminalmente fue calando en los que se declaraban con derecho
exclusivo a tomar café y los que pensaban que eso era una sinrazón.
El Estatuto llegó a ser una realidad, pero en lugar
de apaciguar los ánimos reivindicativos, fue un punto y seguido para obtener
cada vez más poder y más riqueza, esta vez bajo el lema, también aglutinador,
de “España nos roba”.
El mensaje subliminal era que los catalanes no son
españoles y, por tanto, que los españoles no son catalanes, ¿por qué compartir,
pues, el progreso?
El paso siguiente para las ansias de poder de los
mandatarios catalanes sería reivindicar, progresivamente, la autodeterminación
y la independencia.
Como el afán del estamento político no era
compartido por toda la sociedad catalana, desde la administración autonómica se
trazó un camino que, artificialmente, condicionaría la voluntad de gran
parte de los ciudadanos catalanes. Ese camino era lo que llamaron
“normalización lingüística”, programada en una hoja de ruta a medio plazo
y para la que utilizaron varias vías, las más importantes serían el
adoctrinamiento en la escuela y las grandes inversiones en los medios de
comunicación, generando un ostracismo que facilita la orientación de los
ciudadanos en favor de los objetivos de poder.
En cuanto a la formación de mi criterio,
desde temprana edad, sin manifestarme rebelde ni contestataria, tenía mis
propios razonamientos lógicos sobre disciplinas que ya entonces consideraba
equivocadas.
Primero asistí a la escuela pública y después a la
privada. De ambos colegios mantengo agradables vivencias y recuerdos de
maestras, profesores y compañeras, encajando bien mis relaciones con diferentes
formas de ser y de pensar.
En la universidad estudié filosofía. Tuve varias
ocasiones significativas en las que mi comportamiento espontáneo manifestaba
rechazo a cualquier tipo de manipulación por subliminal que fuera.
Laboralmente fui superándome intentando conseguir
los trabajos que me proponía…consiguiendo algunos fui evolucionando y llegué a
tener una empresa de servicios.
Sin dejar mis inquietudes ni mis amigos, desarrollé
una labor en la que pude conocer el mundo empresarial, sus estructuras, sus
gentes, escuelas de negocios, y las administraciones económicas
gubernamentales centrales y catalanas. Asistir a misiones empresariales en
partenariados europeos me facilitó el criterio sobre la duplicidad
innecesaria de oficinas autonómicas en el exterior.
En cuanto a inclinaciones políticas, por mi
característica de filósofa no podría aferrarme ideológicamente a partido
político alguno, pues, sus objetivos distan mucho de buscar objetivamente
causas de bien común, que sin embargo abanderan utilizando como reclamo
conceptos claves en las culturas, pero que en realidad ellos mismos no respetan
y, sin escrúpulos, los utilizan para manipular a los ciudadanos.
He juzgado oportuno este preámbulo para subrayar mi
conocimiento directo de la realidad sobre la situación socio política que se ha
venido desarrollando en Cataluña.
Cuando, hace algo más de dos años, me dispuse a
trasladar mi residencia al sur de España, daba cumplimiento a una decisión
anhelada durante largos años. Vine a seguir respirando otras tierras,
llevándome en el corazón mi vida en Cataluña.
Hoy he recibido un whatsapp de una amiga
catalana:
Dia de “la Diada”. Este año
muy significativa. Besos.
Con dolor le he contestado:
Especialmente ésta, que ya puede proclamar que el
Quijote fue escrito en catalán, que a ciencia cierta Colón era
catalán, que a los niños catalanes les entienden en todo el mundo, aunque
no así a los niños andaluces y, muy importante, que el sueño de dignidad no
discriminada de toda una raza esclavizada por el color de su piel, es
insignificante ante el ardor de un pueblo que desea independizarse de su
estructura administrativa (1)… Si no fuera por algunos impresentables…
Un beso y un abrazo.
Evidentemente me he referido a las bravuconadas
que, de un tiempo a esta parte sueltan, sin sentido alguno del ridículo,
algunos personajes principales de la administración catalana y de su entorno.
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