Hace unos días se me acercó una persona, desde una mesa de un sindicato, que
recogía firmas para protestar por la subida mínima de las pensiones. Me miró asombrado porque yo no firmé y le dije
que claro que estaba perjudicada, pero que me quejaba de otra manera.
Más tarde le escuché a usted, señor Presidente del Gobierno, hablando sobre las pensiones en una rueda de prensa. Su discurso fue coherente
desde la realidad de las posibilidades según las finanzas.
Es evidente que, tanto en un caso como
en el otro, los contextos que se expresan sólo pueden generar parches que
lógicamente no son la solución.
Si los Presupuestos del Estado se
repartieran equitativamente entre las
necesidades de los ciudadanos, sin las escandalosas prerrogativas públicas existentes para funcionarios y políticos, todos seríamos conscientes de los problemas
reales y nos comprometeríamos en encontrar las soluciones viables para un
estado de bienestar real.
Mientras existan privilegios administrativos para funcionarios y políticos,
especialmente estos últimos lucharán entre sí, porque cuanto más poder más
privilegios, y los de turno, unos mejor o peor que otros, repartirán para los
ciudadanos comparsas las migajas que queden, algunos incluso coaccionando a sus
votantes.
¿Por qué la seguridad social
diferencia su atención entre los
ciudadanos “comparsas” y los funcionarios? ¿Por qué un escaño en el parlamento
inmuniza y asegura nóminas y suplementos a quienes utilizan ese escaño para
estar al servicio de los que más mandan en el partido, aun a costa de mentir y
de convertir el arco parlamentario en un circo? ¿Por qué tener un cargo en el
gobierno asegura, de por vida, una jubilación de oro con privilegios
incluidos? ¿Por qué las autonomías, en lugar de vigilar por el respeto a las características
de cada región dentro del derecho de todos los ciudadanos al estado de bienestar, se convierten en
reinos de taifas que aumentan de forma absurda los Presupuestos del Estado y
utilizan la coacción de votos parlamentarios
para llevarse el dinero?
Si ese increíble desbarajuste
desapareciera y, los derechos y deberes nos ampararan a todos por igual, si el
mutuo respeto y sentido común fueran intocables en un estado de derecho, seguro
que todos nos implicaríamos en las posibilidades y objetivos comunes reales, dejando las cuestiones
ideológicas y objetivos particulares en sus ámbitos lógicos.
Es evidente que si un gobierno
intentara desmontar, con sentido común y
coherencia, el sistema de privilegios para funcionarios y políticos frente al
resto de ciudadanos convertidos en comparsas, encontraría grandes dificultades.
Pero usted ya ha lidiado grandes dificultades, el objetivo planteado en este
escrito merecería todo su esfuerzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario