La saeta es
conocida popularmente dentro y fuera de Andalucía. Surge como oración
espontánea y anónima, cantada en palo o
quejío flamenco y se expresa en la intensidad de fe y sentimiento ante el paso
procesional por las calles de una imagen de Jesús en su Pasión o de María en su
dolor de Madre.
Es una
devoción y es un arte cuya fuerza se extiende resonando en el ambiente. La fuerza
mística del duende saetero trasmite la emoción del abrazo que aúna fe y
misericordia. El aire
se convierte en cuasi místico para devotos y ajenos en cuanto se oye la
plegaria de una saeta.
Con tradición
especial en las ciudades y pueblos andaluces, extremeños, y en general en
todo el sur, se pueden oír también en cualquier otro lugar de España.
Diversas
Casas de Andalucía y peñas flamencas, en
las inmediaciones de Semana Santa celebran una emotiva velada sobre la exaltación de la
saeta. Revisten sus escenarios con “balcones”, cruces y velas que sugieren
calles y plazas públicas, por donde discurrirán los pasos con El Señor o La
Virgen camino del Calvario. Suele iniciarse en la tarde noche con un pregón
poético, para continuar con la actuación de varios saeteros que entonarán sus
cantes poniendo técnica y corazón.
Esa audición
es, a la vez, momento de oración compartida y homenaje a la tradición del
pueblo llano que canta su dolor y su esperanza ante La Madre y El
Hijo quienes, en su propio camino hacia la Cruz, ofrecen consuelo
y protección a los que con fe se lo piden.
La
velada de peña o de Casa de Andalucía, emotiva para devotos y flamencos, no
la podrían vivir con la misma intensidad “propios” y
ajenos al arte y a la tradición de la saeta, por razones obvias de cultura.
Sin embargo,
no cabe duda alguna sobre el interés que podría despertar una velada de La
Saeta, en un escenario cultural para un público no entendido.
En ese
ambiente, para sintonizar con el sentido profundo de la saeta, el escenario no
debería mostrar adornos que pudieran
sugerir folclore; el pregón, impregnado
de poesía, debería leerse a media voz, sin aspavientos, y referir el origen de
la tradición; los saeteros, buenos conocedores de los palos que entonaran, transmitirían
especialmente sentimiento. Cada saeta debería
ser introducida por una voz en off que la presentara en sus características de
estilo y de origen histórico; sólo la proyección estática para cada saeta de un paso
con Jesús o con la Virgen debería
completar la escenificación, donde el saetero o saetera entonaría orientado hacia la proyección del
paso; al lado del escenario, una banda
de música municipal o cofrade marcaría
el final de cada saeta con una marcha tradicional.
Esa velada cultural, incluso trascendería la información de arte e historia, pues, el duende propio del
buen flamenco necesariamente trasmitiría el aire cuasi místico de la Saeta.