Permítanme que hoy, que el
calendario señala como Día de la Mujer y en los medios abunda el recuerdo
histórico de mujeres que iniciaron la lucha activa contra la desigualdad
laboral, manifieste mi opinión sobre la
leve y lenta incidencia de la celebración de este día, que en general no se
detiene, por otra parte, en señalar
concretas y extendidas prácticas de explotación actual, por ejemplo, en algunas
empresas de servicios.
Pero siendo ésa una grave
situación fácil de solucionar, si
quienes debieran penalizarla no miraran hacia otra parte, la auténtica raíz del
problema y de la solución a la utilización funcional de la mujer, está en no
ser o en ser consecuentes con frases y eslóganes que hablan de igualdad y de
“tolerancia cero”.
Los discursos sobre la histórica desigualdad laboral casi levantan ampollas cuando, por ejemplo en estos
momentos, hay agencias que contratan oficialmente a señoras de limpieza
reconociendo oficialmente sólo la mitad, o menos, de las horas que trabajan y les
pagan a escandalosos bajos precios.
Por otro lado, la
desigualdad laboral tiene su caldo de
cultivo en el papel políticamente correcto de sumisión y de florero al que, aún
hoy, se relega a la mujer en círculos
sociales donde no sólo no cuenta su opinión sino que también está mal visto que
la exprese.
Por ejemplo, en algunos ambientes
de flamenco, desde luego no en todos, sin venir a cuento, pueden decir frases como
que “las mujeres deben estar en las discotecas” y que “si alguien no quiere
integrarse en la “cultura tradicional”
toda una agrupación le dará la espalda”; donde se pide el debido respeto
de silencio en las actuaciones, pero nadie hace alusión a la gravedad de que
todavía se pueda oír, en algunas veladas, cantes que hablan de la mujer como
puro objeto de posesión.
En ese contexto, es lícito
preguntarse si no es normal que las mujeres estén menos valoradas que los hombres
en empresas que sólo buscan rentabilidad, aunque sea a falta de ética, cuando en círculos sociales el trato es
discriminatorio y vejatorio.
Tal vez el 8 de Marzo
tendría coherencia y mayor eficacia si, los recuerdos históricos, las comidas y
manifestaciones que habitualmente se celebran en este día se completaran, progresivamente,
con denuncias en los medios de
fehacientes ejemplos actuales.
A veces hay que hablar en
voz alta porque, ya no estamos en grutas prehistóricas de remotas montañas.
Inmaculada Pantoja